Sin futuro

Publicado en Diario Hoy
30/04/2006
María Paula Romo


Esta semana se presentaron dos informes que contienen datos que deberían conmovernos y llamarnos a la acción: el estado de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia, 2005 - del Observatorio de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia (Odna)- y el Sijoven, Sistema Integrado de Indicadores de la Juventud en el Ecuador, de la Secretaría Técnica del Frente Social. Y es que hoy ser joven es muy distinto que haber sido joven hace 20 ó 30 años.
Hace 30 años para los jóvenes el futuro era una promesa: la revolución que iba a cambiar el mundo ilusionaba a unos y a otros, movilizaba una economía que creían iba a permanecer en constante crecimiento. Hoy para los jóvenes (más del 60% de la población del Ecuador tiene menos de 29 años) el futuro es una amenaza y está lleno de incertidumbres: una economía en recesión y un sistema económico en implosión; el discurso del fin de las utopías y del aparente triunfo de un sistema político y económico incuestionable, hasta una guerra que se ha convertido en el inicio de las nuevas cruzadas.
Ya en el caso ecuatoriano, los datos de alarma que nos ofrecen estos dos informes: según el Odna: cada año mueren alrededor de 7 000 niños menores de 5 años; cada cuatro días un adolescente se suicida, actualmente medio millón de adolescentes están fuera del sistema educativo; más de 800 mil niños y niñas crecen en una cultura de castigo físico y 12 mil adolescentes son madres cada año.
Según el Sijoven: las causas de muerte de la juventud son prevenibles: violencia, accidentes de tránsito y suicidios; solo el 8% de la población total tiene un título universitario.
Mientras el 5,6% de los mayores de 30 años es afectado por el desempleo, en la juventud son el 14,5%, y para las mujeres jóvenes llega al 19,5%. Uno de cada dos jóvenes vive en la pobreza y entre ellos el mayor porcentaje se refiere a los jóvenes indígenas, seguidos por los jóvenes afroecuatorianos (y en esos datos, como siempre, las mujeres son las más pobres entre los pobres).
Aún más sorprendente que la crudeza de estas estadísticas es la constatación permanente de que, en medio de la adversidad, esos adolescentes y jóvenes siguen buscando y construyendo motivos para la esperanza, desafiándonos permanentemente a reconocer lo que quisiéramos negar como sociedad y recreando códigos de comunicación y relación, en resumen, inventando -contra todo pronóstico- un futuro.
¿Comprender mejor de lo que se trata?: una opción es que de hoy en adelante en toda posesión de ministro o al iniciar cada sesión de Congreso Nacional, se toquen las canciones de Rockola Bacalao. ¡Qué jalón de orejas al poder!

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