El año 2006

Publicado en Diario Hoy
31/12/2006
María Paula Romo

Sobre los ritos se ha estudiado mucho: que pueden ser positivos o negativos; de transición; mágicos o religiosos; que sirven para distinguir lo sagrado de lo profano; que conjuran nuestros miedos o marcan un momento de compromiso.

Hay ritos que son crueles, sangrientos, para nuestra mirada occidental casi “bárbaros”; hay unos que sostienen la cultura patriarcal y la refuerzan; y también hay ritos que simplemente nos recuerdan celebrar la vida. Este último es para mí el caso del rito del Año Nuevo.

Con esta costumbre de separar el tiempo en años y llevar la cuenta, resulta inevitable llegar al final de uno y mirar hacia atrás.

A mi me pasa: el año nuevo me pone nostálgica de lo que se ha ido y al mismo tiempo me llena de ánimo y curiosidad sobre lo que está por venir. Increíble lo que hace la autosugestión, pues finalmente el paso de un año a otro es solo la repetición del ciclo del Sol, un día más como cualquier otro.

Pero, una vez confesado lo que el cambio de año me provoca, trato de pensar en aquello que marcó mi 2006.

En enero estuve en Santiago, mientras la gente celebraba en las calles el triunfo de Michelle Bachelet; por primera vez una mujer llegaba a la Presidencia de Chile.

Unos meses después, mi amiga María Alexandra (la “Negra”) se convertía en una valiente y alegre mamá.

Estos dos acontecimientos, tan distintos, estuvieron ahí recordándome la fuerza inagotable de las mujeres, su capacidad de construirse y reconstruirse, y su tenacidad para asumir inmensos desafíos.

Este año también tuvo la tristeza de las despedidas. Unas fueron definitivas como la muerte de mi abuelo “Viche”. Otras separaciones durarán solo por un tiempo, mientras la vida traiga a los amigos de regreso, desde Madrid o Cochabamba.

El año 2006 trajo nuevos compañeros y compañeras con quienes trabajar y soñar en días mejores y un Ecuador más justo. Me dio la posibilidad de conocer más a los que estaban cerca y seguir descubriendo en ellos a seres humanos excepcionales, generosos, incansables. Este año descubrí cuánto me gusta un poema titulado ‘Octubre’; aprendí la diferencia entre el liquen y el musgo, y aprendí también a querer a los lobos.

Esta noche se termina 2006, es un buen pretexto para celebrar la vida: los días pasados y los que están por venir; para recordar a los que queremos y decirlo; para tener presente todo lo que nos falta por hacer.

Escribía Galeano (cuando apenas 2000 era el año nuevo) que el tiempo se burla de los límites que le inventamos para creer que el nos obedece.

Pero, en el mismo escrito, terminaba deseando que “en este mundo chambón y jodido, cada noche sea vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero”. Ojalá así sea nuestro 2007.

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