Lecciones de la erupción

Publicado en Diario Hoy
23/07/2006
María Paula Romo

Hace poco más de una semana el Tungurahua erupcionó. El evento puso en vilo al país y nos recordó cuán poco estamos preparados para las emergencias.

Se han sentido con claridad las deficiencias en los mecanismos de coordinación del Gobierno central y de este con los gobiernos seccionales: presidente y ministros anuncian desembolsos y ayudas que no terminan de concretarse. Sin duda alguna, surge la necesidad de crear mecanismos nacionales de prevención y atención de desastres.

Muchos países han creado eficientes instancias de prevención y atención. Un ejemplo importante es Colombia: creó en 1988 el Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres – SNPAD -, en el cual, a más de contar con una oficina nacional coordinadora del Sistema, desarrolla acciones para que cada municipio trabaje en el tema de los riesgos y desastres en forma descentralizada y autónoma, con sus propios recursos humanos, técnicos y financieros.

La gran lección de esta semana es la de la solidaridad. No deja de sorprender la velocidad con que ecuatorianos y ecuatorianas de todas las ciudades y provincias han movilizado recursos para responder a la emergencia. Esta semana no dejaron de llegar alimentos, agua, ropa para tratar de resolver en algo la situación que viven hoy los miles de damnificados, ya que esta situación afecta a la población rural más pobre del país. Lo mismo se puede decir de la cooperación internacional.
A pesar de la generosidad con que ha respondido el Ecuador entero, no es suficiente. Corresponde ahora pensar en actividades productivas, condiciones para crear y cómo hacerlo para generar empleo e ingresos, planes de vivienda emergentes y una asistencia efectiva ante la emergencia.
Es necesaria una acción continua de asistencia que la sociedad civil puede articularla. Lo deseable sería que pueda consolidarse una instancia que debería desarrollar un marco normativo, institucional, de políticas y programático, que les permita a los municipios dar pasos importantes en análisis de riesgos, ordenamiento territorial, educación, trabajo comunitario y actividades y obras de prevención, mitigación y respuesta frente a riesgos y desastres vinculados con fenómenos naturales. Así, la gestión local del riesgo será eficiente.

Finalmente, dejar como tarea pendiente la necesidad de repensar y redefinir la política de prevención y reducción de desastres, generando una conciencia a todo nivel de la urgente necesidad de fortalecer las políticas y programas de prevención y mitigación de desastres.

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