A propósito de Halloween: TRIÁNGULO DE BRUJAS, de Juan Carlos Morales.
Hará unos cinco años, emprendí un viaje para descubrir los secretos de las brujas voladoras. Por los relatos del abuelo Juan José Mejía –seguidor del Quijote y de ese prodigio que es Las mil y una noches- sabía que surcaban los cielos en un triángulo perfecto entre Mira, Pimampiro y Urcuquí. Iban a Quito para traer noticias y, como si fuera poco, convertían a sus amantes en cabezas de plátano o en gallos, a quienes amarraban a la pata de la cama.
En el norte de Ecuador, como las brujas de Illuchi, en Baños, existen estos seres fantásticos que son diferentes a las brujas nórdicas, que vuelan en escoba y usan trajes negros, y que por estos días andan alborotadas por la celebración de Halloween, 31 de octubre, que según el mito celta es el día donde salen los muertos. No hay que tener miedo a estas fiestas globalizadas y a los niños que piden caramelos, pero sí debemos asustarnos de olvidar a nuestras propias brujas, en el sentido de perder la memoria como pueblo.
Entonces, entremos en materia. Como el libro trataba sobre las mitologías de Imbabura, arrendé una casa durante cuatro meses en San Blas de Urcuquí, con la esperanza de que alguna noche las brujas se pararan en la torre del campanario. Aún recuerdo con temor la entreabierta ventana y las noches estrelladas. Mientras el tiempo pasaba, se sucedían las mínimas procesiones, con los santos en andas, o los penitentes, quienes custodiaban al Crucificado, en medio de cucuruchos con tridentes. Pero de las brujas, nada.
Llevé los doctos libros de los griegos, pero también un curioso tratado de Julio Caro Baroja, Vidas mágicas e inquisición, pero además tenía presente esos magníficos lienzos de Francisco de Quevedo, de los aquelarres de las brujas o del entierro de la sardina. El ambiente era perfecto…
En los textos leía: “Diego de Torres y Villarroel, relativo al aquelarre de Barahona, en España, del siglo XVIII, pasó a la hora justa en que “las brujas salen a golosear ahorcados, espulgar calaveras, sorber niños y chupar rabos”.
Según avanzaba las páginas, encontré qué fórmulas se repetían, entre España y la entrañable América. Por ejemplo, antes de volar, las brujas dicen: “De viga en viga, de villa en villa, sin Dios ni Santa María”. A diferencia de las nórdicas, nuestras brujas levantan los brazos y llevan trajes almidonados y blanquísimos.
Por las tardes, me sentaba a escuchar los relatos de los abuelos del pueblo y, como un ovillo, seguía uniendo los misterios. Así supe que las voladoras, como son conocidas, se untan en el sobaco (axila) fórmulas mágicas, donde se incluyen potentes pócimas, como aquella que se consigue frotando, con una rama de membrillo, la piel de un sapo.
La mejor manera de descubrir a una bruja es lanzarse con los brazos en cruz, para que caiga. Esos relatos también están en el libro Memorias de Mira, de la maestra Rosa Cecilia Ramírez, quien investiga la cultura de su pueblo. Pero las brujas norandinas no son esperpentos con cazuelas de murciélagos, sino guapísimas muchachas que convierten a sus amantes en gallos. Eso sabía bien el abuelo, quien malignamente fue encantado en Mira. Pero esa es otra historia...
En el norte de Ecuador, como las brujas de Illuchi, en Baños, existen estos seres fantásticos que son diferentes a las brujas nórdicas, que vuelan en escoba y usan trajes negros, y que por estos días andan alborotadas por la celebración de Halloween, 31 de octubre, que según el mito celta es el día donde salen los muertos. No hay que tener miedo a estas fiestas globalizadas y a los niños que piden caramelos, pero sí debemos asustarnos de olvidar a nuestras propias brujas, en el sentido de perder la memoria como pueblo.
Entonces, entremos en materia. Como el libro trataba sobre las mitologías de Imbabura, arrendé una casa durante cuatro meses en San Blas de Urcuquí, con la esperanza de que alguna noche las brujas se pararan en la torre del campanario. Aún recuerdo con temor la entreabierta ventana y las noches estrelladas. Mientras el tiempo pasaba, se sucedían las mínimas procesiones, con los santos en andas, o los penitentes, quienes custodiaban al Crucificado, en medio de cucuruchos con tridentes. Pero de las brujas, nada.
Llevé los doctos libros de los griegos, pero también un curioso tratado de Julio Caro Baroja, Vidas mágicas e inquisición, pero además tenía presente esos magníficos lienzos de Francisco de Quevedo, de los aquelarres de las brujas o del entierro de la sardina. El ambiente era perfecto…
En los textos leía: “Diego de Torres y Villarroel, relativo al aquelarre de Barahona, en España, del siglo XVIII, pasó a la hora justa en que “las brujas salen a golosear ahorcados, espulgar calaveras, sorber niños y chupar rabos”.
Según avanzaba las páginas, encontré qué fórmulas se repetían, entre España y la entrañable América. Por ejemplo, antes de volar, las brujas dicen: “De viga en viga, de villa en villa, sin Dios ni Santa María”. A diferencia de las nórdicas, nuestras brujas levantan los brazos y llevan trajes almidonados y blanquísimos.
Por las tardes, me sentaba a escuchar los relatos de los abuelos del pueblo y, como un ovillo, seguía uniendo los misterios. Así supe que las voladoras, como son conocidas, se untan en el sobaco (axila) fórmulas mágicas, donde se incluyen potentes pócimas, como aquella que se consigue frotando, con una rama de membrillo, la piel de un sapo.
La mejor manera de descubrir a una bruja es lanzarse con los brazos en cruz, para que caiga. Esos relatos también están en el libro Memorias de Mira, de la maestra Rosa Cecilia Ramírez, quien investiga la cultura de su pueblo. Pero las brujas norandinas no son esperpentos con cazuelas de murciélagos, sino guapísimas muchachas que convierten a sus amantes en gallos. Eso sabía bien el abuelo, quien malignamente fue encantado en Mira. Pero esa es otra historia...
La productividad es o va más allá de simplemente producir por producir = produción a coste de lo que sea y peor aún como lo hace en los actuales momentos el Capitalismo Neoliberal, aprovecharse del recurso humano en condiciones de infra, ya saben a lo que me refiero, la productividad está en las actuales no nuevas tecnologias de calidad, Mantenimiento, competitividad y demas normativas que se aplican en los sectores productivos, no solo debemos Hablar de Industrias se empieza por la mismo hogar, por uno mismo, yo me pregunto?.. aplicamos en nuestro diario vivir, sea la casa o el trabajo o en nosotros mismos el TPM, el LCC, mantenimeinto de clase mundial, etc.
ResponderEliminarPor un mejor País no solo rico por sus recursos naturales sino también por el recurso humano.
Cordialmente.
Jorge.