Justicia al fin en Ciudad Juárez (Diario El Pais)

Se llamaba Esmeralda y tenía 15 años. Se llamaba Laura y tenía 17. Se llamaba Claudia y tenía 20. Las tres fueron halladas muertas, sus cuerpos ultrajados, el martes 6 de noviembre de 2001. Aunque en vida no se conocieron, las encontraron juntas en un descampado de Ciudad Juárez, la ciudad mexicana fronteriza con Estados Unidos donde desde 1993 vienen desapareciendo "mujeres jóvenes, incluso niñas, trabajadoras -sobre todo de las fábricas manufactureras-, de escasos recursos, estudiantes o migrantes".

Las madres de las asesinadas lucharon contra el desprecio de las autoridades

Eso dice la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que acaba de condenar a México por no evitar que las mataran, por no buscar a los asesinos, por ni siquiera dar consuelo a sus madres. Lo que no dice la sentencia es que Esmeralda, ya a sus 15 años, tenía un sueño: "Me decía: madre, yo voy a estudiar y la voy a quitar a usted de trabajar. Usted va a ser mi reina, madre, usted va a ser mi reina...".

La voz de Irma Monreal, la madre de Esmeralda, se quiebra a través del teléfono. Han pasado ya ocho años. Los mismos que ella y las madres de Laura y de Claudia han empleado en buscar justicia para sus hijas. En su nombre y en el de las 379 niñas y mujeres, tal vez más, que hasta 2005 fueron secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas en la ciudad fronteriza, sin que en la mayoría de los casos sus verdugos hayan pagado todavía por ello.

Esmeralda, Laura y Claudia daban el perfil de presas fáciles. La más pequeña, Esmeralda Herrera Monreal, desapareció el 29 de octubre de 2001, después de salir de la casa donde trabajaba como empleada doméstica. Laura Berenice Ramos Monárrez, a sus 17 años, seguía estudiando. Desapareció el 22 de septiembre, después de llamar a una amiga para decirle que ya estaba lista para ir a una fiesta. Claudia Ivette González tenía 20 años y acababa de llegar a Ciudad Juárez como tantas otras mujeres jóvenes del interior de la República que buscan un trabajo en la maquila. Aquel 10 de octubre llegó dos minutos tarde a la fábrica y no la dejaron entrar. En el camino de regreso, desapareció. Niñas, estudiantes, trabajadoras jóvenes...

El calvario que sus madres pasaron desde el día en que desaparecieron está contado en la sentencia. Son 156 folios. En algunos de ellos hay que apartar la vista y tomar aire antes de seguir leyendo. No sólo por el estado en que fueron encontrados los restos de las tres muchachas, sino también por la forma en que fueron tratadas sus madres cuando, temiéndose lo peor, acudieron a las autoridades mexicanas para pedir ayuda. A la madre de Esmeralda, unos policías le dijeron: "Si le ha pasado eso, es porque ella se lo buscó, porque una niña buena, una buena mujer, está en su casa". Con la madre de Laura no fueron más compasivos: "Todas las niñas que se pierden, todas, se van con el novio o quieren vivir su vida solas". Cuando la mujer insistió para que la acompañaran a una fiesta a buscar a su hija, le contestaron: "Nosotros no podemos, vaya usted para que se relaje, y tómese unas heladas a nuestra salud...".

Aun después de encontrar los cuerpos, las madres de Esmeralda, Laura y Claudia tuvieron que luchar contra el desprecio de las autoridades. "Hasta que me dejaron ver el cuerpo de mi hija", cuenta la madre de Laura, "pasaron cinco meses. Y ya eran sólo huesos. Pero yo necesitaba saber si era mi hija. Le dije a la fiscal que si yo reconocía el cuerpo, me lo tenía que entregar como regalo de cumpleaños. Me dijo que yo era muy cruel, pero que sí. El 20 de marzo logré entrar a reconocer los huesos, y me dijeron que podía hacer lo que quisiera con ellos".

Pero la pesadilla no terminó ahí. Una vez que supieron que sus hijas habían sido asesinadas, las tres mujeres lucharon por buscar a los culpables. Querían que todo el mundo supiera que la única culpa de sus hijas había sido la de ser mujer, joven, de origen humilde...

Y entonces empezó otra persecución. Lo explica muy bien la sentencia: "Después de identificar el cuerpo de su hija, la señora Monárrez , empezó a recibir amenazas. Le dijeron que si continuaba hablando la iban a matar o le iban a hacer desaparecer a sus hijos. Un día notó que la seguía una camioneta, que aceleró y la intentó atropellar dos veces. Cuando regresó a su casa, alguien había entrado y registrado los expedientes relacionados con la muerte de su hija".

Por todo eso, la Corte Interamericana de Derechos Humanos acaba de emitir una sentencia histórica y ejemplar contra México. Un consuelo -el único después de tanto tiempo- para Irma Monreal. "A mi Laura me la mataron y ya no pude ser su reina. Pero he luchado todos estos años porque ella sí lo fuera. Porque ella fuera mi reina y su nombre quedara limpio. Hoy", y lo dice llorando, "ya he vuelto a ser un poquito feliz".

Comentarios

  1. Me alegra oír noticias como esta, aunque apenas rasga la terrible situación de violencia en México.

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