Mayorías y minorías

Publicado en Diario Hoy
10/12/2006
María Paula Romo

La discusión sobre quién tiene el poder y la influencia en los regímenes democráticos ha sido una constante en la historia política de los últimos años.

Muchos expertos, sobre todo identificados con la derecha, esgrimían el argumento de que la democracia tiene suficiente con ser un régimen de mayorías; era común escuchar las quejas presentadas por ellos cuando los grupos aparentemente “minoritarios” pretendían que su voz sea escuchada para la toma de una decisión.

El ejemplo permanente de este caso: el de la participación y la reivindicación de los pueblos indígenas. Mientras esto sucedía por un lado, por otro, sectores más progresistas se negaban a resignarse con el tema de la mayoría; hablaban de buscar consensos, asegurar sistemas proporcionales, permitir la representación y participación real de las minorías.

La discusión en la que está entrampada la Asamblea Constituyente boliviana desde hace meses es precisamente una nueva edición de este debate; solo que hoy parecen haberse invertido los papeles. El MAS de Evo Morales tiene en la Constituyente su propia mayoría, así que ahora no le parece malo el argumento sostenido y aplicado por la derecha en su país durante años: una democracia a la medida de la mayoría.

La oposición, por primera vez en situación de minoría, defiende hoy la tesis de la inclusión, de la participación general, de la insuficiencia de las mayorías simples para la construcción de la democracia.

Por eso exige que la Constituyente tome decisiones con el acuerdo de dos tercios de sus integrantes. Algo similar parece estar preparándose para el escenario político ecuatoriano del próximo año; hemos empezado ya a escuchar a quienes defendían las tesis más duras de la gobernabilidad como acuerdo entre las mayorías, argumentar sobre la necesidad de que las voces minoritarias en el Congreso sean escuchadas. Qué lástima que se haya convertido en un buen argumento solo cuando dejaron de ser mayoría; antes de estar en esta situación no tuvieron ningún problema en planificar y protagonizar las famosas “aplanadoras”, para las que todas las voces divergentes eran marginales e irrelevantes. Lo que está sucediendo en Bolivia y los momentos previos a la instalación de nuestro próximo Congreso y Gobierno deberían ser una gran lección para todos y un excelente pretexto para probar nuestra convicción democrática. Por supuesto que la democracia es también un asunto de minorías, sobre todo cuando uno está en la posición mayoritaria. El desafío es construir países y sistemas en donde, desde la defensa del interés general, haya lugar para todos y todas.

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